DECIDIDOS A SEGUIRLE

 Juan 9: 4, 5

Jesús es la luz del mundo.
Es la luz de Dios en el mundo, ilumina al mundo con la luz de Dios, trae la vida de Dios a los hombres, Juan 1: 4. Jesús muestra a Dios al mundo; da a Dios al mundo, hace las obras de Dios en el mundo (Lucas 4: 18, 19).

Jesús trae las obras de Dios.
Jesús ha venido a este mundo a cumplir su misión. Lo hizo en los días de su cuerpo humano y lo sigue haciendo ahora. Tanto el apóstol Pedro como el apóstol Juan escribiendo a una nueva generación de la Iglesia, le impulsan a creer y esperar en la obra de Jesucristo, 1ª Pedro 2: 24; 1ª Juan 3: 5, 8. Hoy podemos esperar que por medio de Jesucristo recibamos luz de Dios, se manifiesten en nosotros las obras de Dios.

Las obras de Dios son manifestadas.
Por medio de Jesús, somos sacados de las tinieblas, Juan 12: 46, y somos hechos hijos de luz, Juan 12: 36.
Vivimos en el destino divino, sabemos a dónde vamos, Juan 12: 35.
Vivimos en el propósito divino, experimentamos la vida de Dios, Juan 8: 12. Somos hechos verdaderos discípulos, adoradores, Juan 9: 38.
Vivimos obras de misericordia divinas, tenemos acceso a los beneficios de la victoria de Jesucristo, Juan 9: 3.

Nuestra responsabilidad.
Para recibir y vivir en su luz, para recibir y vivir la vida de Dios y para recibir las obras de Dios en nosotros, tenemos una parte que nos toca a nosotros, una responsabilidad:
Uno. Es la decisión de creerle, Juan 9: 35. Ahí está la puerta de entrada a la nueva vida de Dios para nosotros. Pedro declaró que no se podía buscar a otro porque solo en Jesús se tiene la vida y la vida eterna. Lo confesó para ellos que ya le seguían Juan 6: 68, 69; y lo confesó para todos aquellos que aún no lo conocían, Hechos 4: 12. Pero ciertamente no es suficiente.
Dos. Es la decisión de seguirle, Juan 8: 12. Jesús enseñó claramente la necesidad de permanecer unidos a él para seguir disfrutando de toda la vida que mana de él hacia nosotros, Juan 15: 5. Permanecer en él, viviendo conforme a su palabra, nos llevará temporada tras temporada a una vida fructífera. Porque es estar unido a una fuente que no se agota, Juan 15: 7.
Tres. Es la decisión de permanecer en oración pidiendo que siga haciendo sus obras. Es pedir que venga su reino, Mateo 6: 10. Y no desmayar en nuestra oración de fe creyendo que el Padre Celestial, Juez Justo y que es Mayor que todos, responderá a su debido tiempo, Lucas 18: 7.

La necesidad de la Palabra.
Tanto para permanecer en él como para seguirle necesitamos obedecer su Palabra, sus enseñanzas. Para disfrutar de esa vida abundante, de sus obras maravillosas, necesitamos su Palabra.
Para permanecer en él, como nos enseña en su historia de la Vid Verdadera, necesitamos guardar su Palabra en nosotros, Juan 15: 7. Es hacerla el centro de nuestra alma de tal manera que hagamos girar en torno a ella toda nuestra vida.
Para seguirle, como nos enseña en su historia del Buen Pastor, es necesario escuchar su voz, Juan 10: 27. Es decir para caminar en la vida abundante que solo él nos pueda dar debemos de obedecer su voz. La vida abundante está ligada al Buen Pastor y podemos ser rebaño del Buen Pastor y seguirle si escuchamos su voz que se da a oír por su Palabra, Juan 10: 4, 10, 14.

Tomando una decisión.
De total importancia es la decisión de creerle y de total importancia es la decisión de seguirle y permanecer en él.
No esperes a tomar estas decisiones porque se pueden tomar mientras el día dura, porque en la noche nadie puede trabajar, dice Jesús. Si hoy tienes entendimiento, si hoy tienes un poco de fe, si hoy tienes vida, no esperes para ponerte en las manos de Jesucristo, no esperes a que sobre ti venga la noche, la oscuridad, la incredulidad, la dureza de corazón.
Es hoy el momento de decidir creer y es hoy el momento de decidir seguirle y permanecer.

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