COMO CON PEGAMENTO
Salmo 63:1-8
Cuando leemos la historia del hijo pródigo estamos leyendo la historia no solo de un hijo sino la historia de dos hijos, y sobre todo estamos leyendo la historia del padre. Estamos viendo el alma al desnudo de los hijos pero sobre todo estamos viendo al desnudo el alma del padre. Y es que cuando venimos delante de Jesús nada podemos esconder, él ya lo sabe todo (Juan 2:25); solo espera que le abramos nuestro corazón sin tapujos.
Uno de los hijos estaba totalmente despegado de su padre. El padre lo amaba y seguía siendo hijo. Pero estaba despegado en la cercanía física y despegado en el alma. No estaba en la casa, dedicado a las cosas del padre, ni recibiendo el sustento, ni la recompensa del padre. Y también su corazón estaba lejos del corazón del padre.
El otro de los hijos tampoco estaba pegado a su padre. Estaba en la casa y dedicado a los negocios del padre y tenía el sustento del padre. El padre lo amaba y seguía siendo hijo. Pero su corazón también estaba lejos del corazón del padre; su alma más bien estaba apegada a las bendiciones que podía recibir del padre.
El deseo del padre era tener el corazón de sus hijos cerca del suyo; porque la cobertura, el cuidado, el sustento, las bendiciones, ya se las daba por ser sus hijos.
Como dijo el salmista “mi alma está apegada a ti” Salmo 63:8. Más que a las bendiciones que pudiera recibir de Dios, el salmista tenía el alma apegada al mismo Dios. Nuestro corazón puede buscar de Dios solamente sus bendiciones, pero el deseo de Dios, el deseo del Padre Celestial, es tener tu corazón cerca del suyo.
El alma apegada a Dios puede escuchar la voz de Dios; lo que él nos tiene que decir, las indicaciones sabias que nos tiene que dar para poder seguir en el camino con garantías de fruto, éxito y terminar la carrera cruzando la meta, es decir llegar al cielo. El alma apegada a Dios camina en la verdad.
El alma apegada a Dios puede escuchar el latido de su corazón; lo que le agrada y lo que no le agrada, para que así nada nos separe de él y podamos seguir viviendo en la libertad con la que nos hizo libres. El alma apegada a Dios camina en amor y en la libertad de la santidad.
El alma apegada a Dios puede mirar con los ojos de Dios y así tener la perspectiva correcta de lo que le rodea. El alma apegada a Dios camina con propósito.
El alma apegada a Dios tiene también sus bendiciones, “Deléitate en el Señor y él te concederá las peticiones de tu corazón” Salmo 37:4.
El alma apegada a Dios camina con paz, vive sin miedo, Juan 14:26,27.
Como tener nuestra alma apegada a Dios.
Primero eliminemos la separación exterior.
Reduzcamos el espacio entre nosotros y Dios. Pasemos tiempo con Dios dedicados a la oración, la palabra y la congregación.
Segundo eliminemos la separación interior.
Quitemos todo lo que envuelve nuestra alma y está impidiendo que esté en contacto con Dios.
Vayamos despojando nuestra alma de tantas capas que la revisten e impiden un contacto genuino con Dios. Rompamos la coraza; rompamos todo aquello que la endurece. Limpiemos lo que la ensucia.