YO TE CONOZCO

 Lucas 10:41,42. Apocalipsis 2:4,5.

Seguro que recuerdas aquellos primeros momentos vividos de tu fe en Jesucristo.
Lo más probable es que dos conceptos de total importancia para la fe estuvieran llenando tus pensamientos y envolvieran toda tu vida: la salvación y conocer a Jesús. Con todo lo que eso significa y da para pensar y para hacer: Voy al cielo y no al infierno, he sido hecho hijo de Dios, Dios es mi Padre, he recibido una nueva vida, mis pecados han sido perdonados, el Espíritu de Dios vive en mí, ahora puedo conocer a Jesucristo, amo a Jesucristo, quiero aprender sus enseñanzas, quiero reunirme con otros cristianos.

Pero fue pasando el tiempo, que no es lo mismo que crecer espiritualmente o ir a la madurez espiritual, y comenzaste a ver el pequeño defecto en la piel del otro creyente, comenzaste a ver el desperfecto en la pared de la iglesia, los menesteres de la vida ejercieron su presión; y todo fue desplazando el lugar central que ocupaban aquellos pensamientos, sentimientos y obras a cerca de Jesús, que en su momento lo llenaban todo.

Hasta que, seguro que en algún momento, sonaron esas palabras de Jesús: “afanada y turbada estás”, “has dejado tu primer amor”. Que no son palabras para intimidarnos y asustarnos y mucho menos para condenarnos, sino para despertarnos. Palabras que nos llaman a recordar lo verdaderamente importante; palabras que nos llaman a reconocer la desviación y palabras que nos llaman a volvernos para recuperar la “buena parte” y “mantener el candelero encendido”.

Porque nada es más importante ni mayor que Jesús. Porque ya vino la victoria y está preparada para ti.

¡Ha llegado la hora! El que oye, preste atención a lo que el Espíritu está diciendo.

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