NUEVOS TIEMPOS

Dios tiene nuevos tiempos para los que le creen, le siguen y le sirven.

Esos nuevos tiempos vienen por la gracia de Dios, por el favor de Dios (Lucas 1:30) y solo pueden tener lugar por la intervención poderosa del Espíritu Santo (Lucas 1:35).
Esos tiempos nuevos son totalmente necesarios para que se cumplan los planes del Señor (Lucas 1:74-79, 2:11,14).
Por eso, si tenemos nuevos planes en Dios, entonces son necesarios los nuevos tiempos. Porque es imposible que siendo y haciendo lo mismo obtengamos los resultados diferentes que tanto anhelamos.

Dios nos está buscando, nos está llamando para entrar a esos nuevos tiempos. Él está mirando los corazones para ver lo que verdaderamente hay en los que quieren y necesitan esos nuevos tiempos. ¿Qué busca Dios en los que quieren nuevos tiempos?

Es necesario la disposición de volvernos a Dios con propósito de enmienda y cambio para que nos perdone, nos cambie de posición y cambie el sentido de nuestro camino (Lucas 3:4). Entonces comenzaremos a ver la poderosa obra salvadora del Señor enderezando nuestro camino y haciéndolo nuevo (Lucas 3.5,6).

Esa vuelta al Señor no es solo buscando su favor (Lucas 1:28) y no es solo buscando el milagro (Lucas 1:25). Es una determinación firme de ser justos delante de él y de andar en justicia, de ser irreprensibles. No es solo creer su palabra sino aplicarla a la vida (Lucas 1:6).

Es el deseo profundo de su presencia más que de todas las cosas (Lucas 1:47).

Es la rendición del alma. La esperanza de las cosas puesta en Dios y la decisión de entregarnos voluntariamente para la vida en el Espíritu (Lucas 2:25-27).
Esa vida justa y piadosa no puede esperar del mundo. No espera las respuestas y soluciones del mundo y de la carne. Espera las respuestas de Dios, de sus promesas, planes y voluntad perfecta.
Esa vida justa y piadosa anda en el Espíritu. Para recibir revelación de los caminos del Señor y para dejarse mover por el Espíritu para obedecerle y convertirse en un colaborador de los planes del Señor en la tierra.

Es hacer de Dios el centro de nuestras vidas. Nuestros pensamientos, nuestras palabras y conversaciones, nuestras decisiones y hechos, todo gira en torno a Dios (Lucas 2:37,38).

Es la búsqueda de la llenura del Espíritu, del fuego del Espíritu, para trasladar esa maravillosa y poderosa obra del Señor desde nosotros hasta un mundo que le necesita (Lucas 3:16).

Es dejarnos guiar para tener comunión profunda con Dios (Lucas 4:1,2).
Ahí saldremos fortalecidos para vivir y servir en el temor del Señor.

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